Toxina botulínica

La toxina botulínica o botox es, junto con los hilos tensores o el ácido hialurónico, uno de los tratamientos de estética facial no quirúrgicos más demandados del mundo a la hora de combatir las arrugas y suavizar las líneas de expresión. Actúa como relajante muscular en aquellas zonas de nuestro rostro donde presentamos arrugas dinámicas, las que aparecen cuando movemos los músculos de la cara, provocando un efecto rejuvenecedor en todo el rostro, eliminando la fatiga y la dureza del rostro y previniendo la aparición de más arrugas. Es importante destacar que pese a su popularidad, especialmente para tratar las arrugas del entrecejo, la frente o las patas de gallo, siempre debe ser administrada por un médico con amplio conocimiento de la anatomía facial.

Entre sus múltiples ventajas respecto a otros tratamientos de medicina estética, la toxina botulínica no requiere de cirugía, no deja marcas y es prácticamente indolora por lo que no necesita anestesia.

La aplicación se realiza en la misma clínica mediante inyecciones con unas agujas muy finas que no causan molestias. En una única sesión el paciente puede recibir de 5 a 10 inyecciones, retomando su vida habitual nada mas salir de la consulta. Sus efectos son muy rápidos, percibiendose los resultados a las 72 horas de su aplicación

A diferencia de otros tratamientos que aportan volumen y pueden variar la forma del rostro, la toxina botulínica tiene un efecto relajante sobre el músculo, no rellenador, habiéndose demostrado su efecto rehabilitador sobre el músculo que actúa.

Sus efectos estéticos, dependiendo de la dosis y la zona a tratar, duran de 5 a 6 meses aunque pueden alargarse hasta un año, y el tratamiento puede repetirse tantas veces como el paciente desee y en cualquier época del año.